El nombre de Shaman Herrera aún permanece oculto: hay que traducir la
letra chica de los créditos para reconocer sus iniciales en la
producción de los discos de Él Mato A Un Policía Motorizado, Valentín y
Los Volcanes, Sr. Tomate y 107 Faunos. En La Plata es una especie de
Steve Albini, querido y respetado por sus modos de destrabar las ideas
de los colgados o por sus incontables proezas como capitán espacial.
Pero la comparación queda hueca cuando aparece al frente de Los Hombres
en Llamas. El productor es apenas una parte del músico que canta,
compone y dirige las filmaciones hacia los paisajes de las últimas
cosas: viento, bruma y desierto pintan una escenografía familiar, puede
ser Comodoro Rivadavia como atestigua el D.N.I. de Shaman o cualquier
otro espacio de desolación. Parte de ese misticismo llevado a la canción
en frascos de folclore mántrico, kraut patagónico y psicodelia no
retornable ilustraban En el mundo de fuego (08), debut inclasificable
por varios cuerpos de originalidad y riesgo. El segundo capítulo empezó a
escribirse hace más de un año, y hasta tenía una tapa que fue cambiando
de color –arrancó sepia oscuro y terminó en un plateado luminoso–, y la
misma suerte corrieron las canciones: Daniel Melero apareció casi por
casualidad y terminó involucrándose como un hostigador futurista. Si
antes las melodías estaban marcadas por una raíz folk, ahora reconocen
detalles electrónicos en sus codas o admiten separadores ambientales
entre tanta marcha lenta por los confines sureños. Son treinta y cinco
minutos divididos en once movimientos, y hay que apreciarlo de corrido
para no perder la intensidad de los bronces rugosos (“La niebla”, “El
primer color”), el ruido astral (“Espíritu de nada”) o las perfectas
variaciones vocales de Shaman, por momentos un cantor de vidalas de
ácido (“Sur de ayer”), y en otros un monje tibetano haciendo reverberar
su garganta gracias a la técnica del canto disfónico (“El árbol”). /
Oscar Jalil
Para descargar gratuitamente, aquí.
Oscar Jalil
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