Estoy viendo mi arbolito de melón, tiene tres hojitas nuevas, hermosas.
Lo dejé sobre el marco del ventanal de la pieza, en la esquinita, donde pega el sol durante toda la tarde y puedo verlo desde muchas perspectivas, lo veo y cada vez que lo veo sonrío. Lo mismo no creo que haga mucho más que sacar hojitas, porque por lo que leí, Mar del Plata no me va a conceder ni a mí ni al meloncito las temperaturas que quisieramos. Lo mismo hace brotar uno de los verdes más bonitos que ví.
Sonrisa incontenible. Estoy contenta porque con vos me es más fácil sonreír, además sonrío de solo pensar en tu sonrisa que es tan dulce y natural. Cuando hablás y sonreís y dejás escapar esa risa involuntaria, tan linda, tan propia tuya. Y odio sonar como una quinceañera tonta que dice cosas cursis todo el tiempo, pero en definitiva, es eso lo que soy y trato un poquito, pero no me sale disimular casi nada de lo que soy al lado tuyo. Soy yo. Me siento plenamente siendo yo. Y vos sos todo vos: me encanta.
Gracias por regalarme todos esos montoncitos de felicidad.
jueves, 29 de noviembre de 2012
domingo, 25 de noviembre de 2012
De eso que nunca fue.
Extraño tu sonrisa tan cerca de la mía, la extraño infinitamente
y esa mentira que me encantó creer
pero si lloro en las noches no será por tu ausencia, esta vez no.
Sólo somos personas que viven.
y esa mentira que me encantó creer
pero si lloro en las noches no será por tu ausencia, esta vez no.
Sólo somos personas que viven.
lunes, 19 de noviembre de 2012
domingo, 11 de noviembre de 2012
Tranquila.
Si quisieras caminar un rato
podríamos gastar el día
quiero que me sigas entre los árboles
voy a abrir el camino.
Traigo algunos cambios al puente
traigo un poco de alcohol
pediremos un deseo final
justo antes del otoño.
Prometo que siempre seré tuya
prometo no decir otra palabra
No importa, lo hecho, hecho está
siempre fui afortunada.
El amanecer estando sola
sentada en la vías
Escucho el rugido del tren llegando
nunca nunca va a volver.
Me acuesto en silencio en el pasto
todo está tranquilo
Piedras de rio y huesos rotos
dispersos.
Prometo que siempre seré tuya
prometo no decir otra palabra
No importa, lo hecho, hecho está
siempre fui afortunada
Prometo que siempre seré tuya
prometo no decir otra palabra
Acá siempre, profundamente, muy debajo de la suciedad
No importa, lo hecho, hecho está
siempre fui afortunada.
Still - Foo Fighters.
(Traducción).
viernes, 9 de noviembre de 2012
Pasado el presente que viene ahora.
Una chica se subió al colectivo
subió sola y subió llorando.
Quería disimularlo y miraba para abajo, intentaba taparse con una mano aunque no lograba mucho con eso.
Su cara se había llenado de manchas rojas y sus ojos se perdían intentando buscar el suelo para no sentir las miradas acosadoras de los desentendidos.
Y yo estaba ahí, no pude hacerme el que no notaba, entonces mi mirada se ancló en ella.
No pude evitar distraerme en sus labios, su pera que, impulsivamente la obligaba a hacer pucherito, aunque no quisiera, se notaba el forcejeo por el intento de contención. Le fue incontrolable a la pobre, como si fuera aún una niñita pequeña , en la mesa del mediodía, luego de ser retada por masticar con la boca abierta -el incómodo momento en que el padre le grita y le da un manotazo en la nuca (que no dolió) pero siente más que eso-. Entonces se traga la comida a medio masticar. De una. Y se le queda atragantada. Y el puchero no se va, quiere aparentar que es fuerte, no quiere llorar, pero no desaparece, es incontenible.
Entonces no pude dejar de mirarla, tan vulnerable. Estaba totalmente ida.
El colectivo de a poco se vacía. Los asientos van dejando espacios libres y la chica consigue uno, contra la ventana. Así que no podré ver su puchero que va y vuelve y le reaparece indeseablemente. Torció la cabeza para mirar afuera lo más que pudo.
Yo seguía parado, no quería alejarme demasiado. Me tomé del asiento contiguo al de ella, quería seguir viéndola: sus gestos casi nulos, pero que teñían el aire de su alrededor y lo llenaban de una melancolía indescifrable; no por morbo, simplemente mi mirada no quería dejarla.
Su perfil: su pelo corto y el flequillo largo que le cubría la mitad izquierda de la cara, pero no las lágrimas que caían como gotas mudas, una seguida de la otra.
Su mirada se perdía en la ausencia de todo lo que había alrededor. No miraba hacia afuera, no miraba los autos pasando, ni los perros cagando, ni la gente caminando de acá para allá, gritando y apurada. Era una total abstracción.
Era una mirada sumida en su mente, en recuerdos y tristezas. Su vista estaba fija dentro de un pasado tan reciente que la lastimaba muy profundo. Del cual no iba a desprender fácilmente.
Y a lo mejor se mezclaba con lo demás, todo lo demás. Todo eso que te pasa teniendo apenas 16, aparentando, pareciendo o no de 20.
Y a lo mejor, lo que más le pesa de todo eso es seguir sintiéndose como esa niña pequeña que no podía frenar su pucherito y no saber nada, nada del qué viene después.
subió sola y subió llorando.
Quería disimularlo y miraba para abajo, intentaba taparse con una mano aunque no lograba mucho con eso.
Su cara se había llenado de manchas rojas y sus ojos se perdían intentando buscar el suelo para no sentir las miradas acosadoras de los desentendidos.
Y yo estaba ahí, no pude hacerme el que no notaba, entonces mi mirada se ancló en ella.
No pude evitar distraerme en sus labios, su pera que, impulsivamente la obligaba a hacer pucherito, aunque no quisiera, se notaba el forcejeo por el intento de contención. Le fue incontrolable a la pobre, como si fuera aún una niñita pequeña , en la mesa del mediodía, luego de ser retada por masticar con la boca abierta -el incómodo momento en que el padre le grita y le da un manotazo en la nuca (que no dolió) pero siente más que eso-. Entonces se traga la comida a medio masticar. De una. Y se le queda atragantada. Y el puchero no se va, quiere aparentar que es fuerte, no quiere llorar, pero no desaparece, es incontenible.
Entonces no pude dejar de mirarla, tan vulnerable. Estaba totalmente ida.
El colectivo de a poco se vacía. Los asientos van dejando espacios libres y la chica consigue uno, contra la ventana. Así que no podré ver su puchero que va y vuelve y le reaparece indeseablemente. Torció la cabeza para mirar afuera lo más que pudo.
Yo seguía parado, no quería alejarme demasiado. Me tomé del asiento contiguo al de ella, quería seguir viéndola: sus gestos casi nulos, pero que teñían el aire de su alrededor y lo llenaban de una melancolía indescifrable; no por morbo, simplemente mi mirada no quería dejarla.
Su perfil: su pelo corto y el flequillo largo que le cubría la mitad izquierda de la cara, pero no las lágrimas que caían como gotas mudas, una seguida de la otra.
Su mirada se perdía en la ausencia de todo lo que había alrededor. No miraba hacia afuera, no miraba los autos pasando, ni los perros cagando, ni la gente caminando de acá para allá, gritando y apurada. Era una total abstracción.
Era una mirada sumida en su mente, en recuerdos y tristezas. Su vista estaba fija dentro de un pasado tan reciente que la lastimaba muy profundo. Del cual no iba a desprender fácilmente.
Y a lo mejor se mezclaba con lo demás, todo lo demás. Todo eso que te pasa teniendo apenas 16, aparentando, pareciendo o no de 20.
Y a lo mejor, lo que más le pesa de todo eso es seguir sintiéndose como esa niña pequeña que no podía frenar su pucherito y no saber nada, nada del qué viene después.
domingo, 4 de noviembre de 2012
"Una vez me enamoré de vos solo porque el cielo se volvió de gris a azul."
Llevo mucho escuchando este disco, su peculiar sonido atmosférico me viene acompañando hace días: a veces enamorada, a veces melancólica, a veces ambas.
La Maison de mon rêve es inclasificable. Bianca (Coco) y Sierra (Rosie) grabaron en París (2004), en su casa, en su baño (para una mejor acústica) lo que fue su primer álbum. "La casa de mis sueños" lleva un sonido lo-fi, casero e íntimo que da lugar a frágiles melodías entre guitarras acústicas, bases electrónicas, hip hop y cantidad de sonidos así como pochoclos explotando, una máquina de escribir, sirenas, lluvia sobre la ventana, autitos de juguete o su famoso pianito infantil con sonidos de animales de granja. Todo esto arma el misterioso y delicado universo de las hermanas Casady. Sus voces se complementan entre susurros y falsetes extraños y es emoción y simplicidad y belleza.
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