Se editó por primera vez en 1966; este libro va desde
relatos medianamente realistas, como puede verse en “El otro cielo” ( apenas se nota en el lenguaje, en la expresividad de los personajes) o en “La
señorita Cora” (con mucho lenguaje cotidiano) hasta cuentos totalmente fantásticos, como “Instrucciones para John Howell” o “Todos
los fuegos el fuego” en los que la realidad y la ficción se
entrelazan y se mezclan homogéneamente hasta ser una misma cosa.
Esto último quizás sea la intención final de la obra en su totalidad, ilustrar por medio de un grupo de cuentos extraños y fuera de lo común, que todo es una misma cosa, ya sea vista desde diferentes maneras y en diferentes momentos históricos, contada de una manera verista. El humano es predecible y su psicología, por más confusa que sea, responde a viejos impulsos, a miedos, a intereses universales que son, casi siempre, motivaciones individuales o ambiciones egoístas.
-La autopista del sur: Narra lo sucedido durante un embotellamiento en la ruta camino a la ciudad de París. Al principio todo lo que ocurre es normal, verosímil, alguien que se baja del automóvil, alguien que pregunta quién puede tener agua, gente cansada de esperar. Pero el elemento fantástico es la duración misma del embotellamiento y la especie de resignación a él. Se establece una verdadera convivencia.
-La salud de los enfermos: La madre de
tres hermanos está muy débil de salud, aún así, es una mujer jovial y curiosa. Ocurre
que uno de sus hijos muere en un accidente de tránsito. El médico de la familia
dice que sería muy riesgoso decirle a la señora la verdad, con ese estado de
salud tan delicado. Disimulos, excusas e inventos, que cada vez requieren de
más engaños, tratan de llenar el vacío que dejó el hijo tan querido. Las cosas
se complican cada vez más, pues el hijo escribe cartas, pero nunca se decide a
volver para visitarlos.
-Reunión: Habla de una expedición de desembarco dividida en grupos. Recrea un episodio en el que se alude al Che
Guevara y creo, si interpreté bien, a Fidel, aunque sus nombres no figuren como
esos en ningún momento. Aparece en este relato una buena gama de
expresiones dialectales latinoamericanas.
*Una de las cosas que me encanta de Cortázar es la
facilidad que le da a la lectura, hace que uno se deje llevar, y sin darse
cuenta se transporte,
“Pero
ahora vale la pena aprovechar este respiro absurdo, dejarse ir mirando el
dibujo de las ramas del árbol contra el cielo más claro, con algunas estrellas,
siguiendo con ojos entornados ese dibujo casual de las ramas y las hojas, esos
ritmos que se encuentran, se cabalgan y se separan, y a veces cambian
suavemente cuando una bocanada de aire hirviendo pasa por encima de las copas,
viniendo de las ciénagas. Pienso en mi hijo pero está lejos, a miles de
kilómetros, en un país donde todavía se duerme en la cama, y su imagen me
parece irreal, se me adelgaza y pierde entre las hojas del árbol, y en cambio
me hace bien ese tema de Mozart que me ha acompañado desde siempre, el
movimiento inicial del cuarteto La caza,
la evocación del halalí en la mansa voz de los violines, esa transposición de
una ceremonia salvaje a un claro goce pensativo. Lo pienso, lo repito, lo
canturreo en la memoria, y siento al mismo tiempo cómo la melodía y el dibujo de la copa del árbol contra el
cielo se van acercando, traban amistad, se tantean una y otra vez hasta que el
dibujo hasta que el dibujo se ordena de pronto en la presencia visible d la
melodía, un ritmo que sale de una rama baja, casi a la altura de mi cabeza,
remonto hasta cierta altura y se abre como una abanico de tallos, mientras el
segundo violín es esa rama más delgada que se yuxtapone para confundir sus
hojas en un punto situado a la derecha, hacia el final de la frase, y dejarla
terminar para que el ojo descienda por el tronco y pueda , si quiere, repetir
la melodía.”
-La
señorita Cora: Un muchacho de quince años es internado por
apendicitis. A partir de esto se relatan las emociones internas del paciente,
la enfermera y la madre del chico. Pero el relato está íntegro en primera
persona, es un narrador múltiple. Se trata del relato introspectivo, de lo que
piensan los personajes. No hay marcadores, ni puntos a parte que dividan o
señalen los cambios de narrador. Sin embargo se detectan sin esfuerzo porque el
narrador pasa a ser objeto de contemplación o porque las circunstancias o
puntos de vista delatan quién es el que habla.
-La isla al medio día: La obsesión de un
hombre por una isla griega que observa regularmente desde las ventanillas del
avión donde trabaja.
-Instrucciones para John Howell: Un
espectador termina siendo involucrado en una obra de teatro. Le dan
instrucciones para protagonizar un papel y también lo hacen improvisar. Replica,
él sólo ha ido a observar una obra.
"Pero yo no soy un actor". Todos, hasta la
muchacha, sonrieron alentándolo. "Precisamente", dijo el hombre alto.
"Usted se da bien cuenta de la diferencia. Usted no es un actor, usted es
Howell".
Los bordes de la realidad se pierden en la ficción. No
se sabe cuál es el verdadero teatro, quién es el verdadero John Howell y qué es
lo que está sucediendo.
-Todos los fuegos el fuego: Es un cuento en el que se entrelazan dos historias, a
través del tiempo. Al igual que en La señorita Cora,
no hay marcadores, ni subtítulos, ni separación por párrafo que las delimite.
Fragmento del análisis del cuento encontrado en un blog:
“¿Por
qué todos los fuegos el fuego? Estimo que, además del fuego que se
materializa de manera literal en la trama, se alude a eso que no cambia en el
ser humano a través del tiempo, tanto en lo bueno como en lo malo, eso que es,
sencillamente, la parte emocional, el motor, las pulsiones, la fracción
sentimental que nos hace ser lo que somos, repito, para bien y para mal. Todos
los fuegos están hechos de fuego, el fuego es siempre el mismo elemento, aunque
lo aviven distintos combustibles o se lo aplique para distintas circunstancias.
Esto no lo explica él, es divagación mía. Aunque ni tanto, creo que se
desprende de la misma historia, dos casos paralelos de lo mismo, algo que no
cambia en el tiempo: la pasión, la venganza, la traición.”
-El otro cielo: Plasma dos recurrentes opciones, del hombre que está entre la libertad de lo casual o descomprometido, y una vida aburguesada que implica un matrimonio, un trabajo fijo y el ajuste a normativas preestablecidas. Tiene dos alternativas, pero en realidad una sola, a la que termina sucumbiendo.
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